Dos imágenes. Una de ellas publicada esta misma semana en La Vanguardia de Barcelona para ilustrar una noticia en la que se informa que “[Javier] Milei apunta contra un niño autista” y en la que se ve al Presidente junto al secretario de Salud de EE.UU., Robert Kennedy Jr. quien sostiene entre sus manos una motosierra dorada.
La otra imagen es un poco más antigua, pero este lunes el semanario alemán Der Spiegel la llevó a su tapa y en ella se ve a Elon Musk con otra motosierra de la serie que Milei obsequia. En este caso se trata de una composición en la que el empresario está rodeado por una maqueta de uno de sus cohetes, una estatua de la Libertad derrumbada, un vehículo Tesla y una bandera estadounidense por los suelos. El largo artículo enumera todos los fracasos que acumuló en unos pocos meses en la istración haciendo hincapié en el fallido uso de la motosierra. Hay más imágenes que dan cuenta de una época (ésta): Musk exhibiendo un cheque gigante por un millón de dólares en la campaña electoral de Wisconsin que perdió; otra junto al propio Trump en los jardines de la Casa Blanca delante de un Tesla rojo, convirtiendo la sede gubernamental en un set que se parece a algunos concesionarios de vehículos de la avenida Libertador. Dos vendedores que recuerdan al sicario que interpreta Brad Pitt en el thriller Mátalos suavemente (Killing Them Softly) de Andrew Dominiken en el que explica que “Estados Unidos no es un país, es un negocio”.
La escena de la película es sobre un paisaje de derrumbe adornado por el discurso de Obama cuando gana las primeras elecciones. La crisis del 2008 había estallado y las áreas industriales ya eran por entonces un desierto. El personaje de Pitt insiste: “Vivo en Estados Unidos y estamos solos”. Aunque esa indigencia alcanza allí su cenit había comenzado mucho antes. Gobernaba Richard Nixon, nacía la conocida Comisión Bilateral y el geógrafo social británico David Harvey sitúa por entonces el desplazamiento de las economías nacionales a las grandes deslocalizaciones y el comienzo de la supremacía del poder financiero. Se reducen los costes del transporte, surgen los contenedores y las comunicaciones satelitales. La historia es conocida: Reagan y Thatcher consolidan ese cambio. Aún hoy los ses recuerdan cuando en 1981 François Mitterrand, el último socialdemócrata, sufre una gran fuga de capitales por no atender la disciplina financiera que ya tomaba la gobernanza global.
El centro cederá escribe Joan Didion en Arrastrarse hasta Belén, la crónica de aquellos años en San Francisco. El título lo toma del último verso de un poema de Yeats, en un mundo que, según el poeta, reclama un segundo advenimiento ya que “las cosas se desmoronan y el centro no aguantará”. En ese texto Didion dice que aquella sociedad podría haber sido una primavera, pero no lo era: esa era la sensación que todos experimentaban. Vietnam; Nixon al mando, alcoholizado y con tendencias suicidas; la oscuridad sobre Nueva York y los crímenes de Manson en el aire. En El álbum blanco, pocos años después, cuenta que había aprendido en su educación, en lo que le habían contado y lo que se había contado a sí misma, que nada debía improvisarse: siempre había que seguir un guión. El problema es que lo había perdido, confiesa. Estaba en la mitad de su vida, escribe, y la conciencia de que uno podía cambiar el sentido a cada corte, “implicaba empezar a percibir la experiencia como algo más eléctrico que ético”.
Así llegamos hasta aquí, entre el helicóptero de Nixon abandonando la Casa Blanca para siempre y dos personajes: un fabricante de coches y un vendedor en el mismo jardín cinco décadas después. Todos con una motosierra.
Las cosas se desmoronan. El centro cedió.
*Escritor y periodista.