Afligidos y sufrientes, los vecinos de San Cristóbal, más precisamente a la altura de San José al mil cien, jamás imaginaron la pesadilla que empezaron a padecer hace 48 horas. Ya piensan en convocar a Greta Thunberg para denunciar el cambio climático en el barrio: se inundó, en el cruce con Humberto 1°, con gentíos de fervientes seguidores de Cristina Kirchner, vendedores ambulantes, puestos y parrillas asando hamburguesas y chorizos presuntamente no contaminantes, tampoco el provocador humo que desprenden. El temor por esa avalancha con banderas y cánticos tiene, por lo menos, varios años de extensión complicando el tránsito, el ingreso a los edificios y alterando la ventaja de pertenecer a un barrio: allí vive Cristina, en un segundo piso, una celda dorada en la cual pasará varios años, según dice la Justicia. En un departamento que, según algunos mayores, perteneció al Jefe del Ejército que albergaba a los espías uniformados, se vendió luego a un artista plástico que decoro la vivienda como si fuera Casa Foa, pasó la propiedad más tarde a un director de cine peronista que, por último, se la vendió a la hija de Cristina, Florencia, emparejada entonces con un Vaca Narvaja que salió de escena, aunque previamente juntos tuvieron una nieta de la ex Presidente llamada Helena. Una historia aproximada, sin duda con más de una falta, para describir la morada en la cual piensa la transitoria titular del Partido Peronista transcurrir su largo y bullicioso periodo de condena. En familia también, con Helena creciendo, Máximo de visita y Florencia completando una novela primeriza según anticipo un colega del futuro rubro, Jorge Asís, quien siempre descubre destellos informativos. Para alegría de sus fieles lectores.
Dónde vive Cristina Kirchner y cuál sería su posible residencia de prisión domiciliaria
Todavía en libertad, antes de que el segundo piso se convierta en prisión, Cristina aun debe atravesar la semana próxima, con barullo mediático y presencias del campo popular, una travesía judicial para que le concedan la prisión domiciliaria. Una odisea para las dos partes, juez y servicio penitenciario, mientras los que decretaron el confinamiento ya se desentendieron del caso: la Corte Suprema (inclusive uno de los tres, Rosenkrantz, se tomará unos días para calentarse en Tulum con su promoción de Yale). Antes dejaron escritas unas 25 carillas para replicar las diez desesperadas que había presentado en queja el abogado de la dama, Carlos Beraldi, a quien desconsideraron casi por mala praxis, como si Cristina debiera observar quién la había llevado al desenlace del cautiverio. Ni se requería ese extenso documento, para algunos críticos redactado con cierta urgencia y desprolijidad. A su vez, en la cercanía del jaqueado Beraldi, con relación al documento de la Corte, objetan —entre otros puntos— que se escaparon de tratar el tema de fondo y que se le ha concedido a los fiscales la obvia responsabilidad de acusar, pero eso no implica que se acepte a aquellos que podrían tener intereses en la causa. Entienden, en su razonamiento técnico, con ejemplos entendibles, que Wanda Nara nunca podría ser fiscal de la China Suárez, ni la Vicepresidente Victoria Villarruel de un expediente que juzgue a los Montoneros. Minucias para el pueblerino Comodoro Py.
El acontecimiento del fallo de la Corte, un cataclismo político, en la interna de los letrados y especialistas, quizás la obligue a Cristina reflexionar no tanto sobre Beraldi sino sobre sus operadores en la Justicia durante la istración de Alberto Fernández, intocables e inoperantes entonces que parecían dominar y ordenar a todo el sistema. Durante 4 años, los De Pedro, Ustarroz y Mena, entre los más conocidos, no supieron utilizar recursos para que el proceso de Vialidad no culminara como hace pocas horas. Inexplicable, además, debido que la totalidad de jueces y fiscales que enviaron a prisión a Cristina fueron nombrados bajo su régimen. Como se sabe, la viuda no solo pierde la libertad, también plata, mucha, igual que sus hijos. La herencia parece afectada, quizás el blanco no le alcance para compensar lo que le van a confiscar.
Entre la multitud de detalles que acompañan la decisión cortesana y las derivaciones futuras aparece una nítida: el sistema político, más allá de los partidos, se intriga por este trío independiente que se pronuncia sin indulgencias ni demoras sobre dirigentes de primera y segunda línea en presunta infracción. Para después de las elecciones, tal vez más de una agrupación insista con una ampliación del numero de de la Corte: van a proponer propios para impedir fallos unánimes que culminen en presidio. Ya que tan solo con una disidencia Cristina no hubiera sido condenada. Ahora, por más que se prodigue afirmando que la cárcel es una condecoración, reflejo gramsciano que la entendía como una obligación para el militante, le queda la revolución con la que soñó para que el clamor popular le arranque las rejas o esperar a que Javier Milei, por una razón aun desconocida, le imponga un indulto que ella no puede rechazar. No incluye, claro, la ria de que esta impedida sine die para ejercer cargos públicos. Sin embargo, el presidente se muestra ajeno a esa posibilidad, más bien piensa lo contrario, y esta semana parece dispuesto a disfrutar del uno y pico por ciento de inflación que dictaría el indice de vida este jueves. Del largo viaje, se alegró por el kipá que le obsequiaron con su nombre escrito en hebreo, que lució en el Muro de los Lamentos, se preocupó por cierta inestabilidad del gobierno de Benjamin Netanyahu debido a que hasta Donald Trump se enfrió en el vínculo con la istración: se opone a que haya un desenlace bélico con Irán. Y el primer ministro no piensa lo mismo.