Una joven cantante de Santiago del Estero aprovechó beneficios fiscales exclusivos de funcionarios públicos para importar mercadería y se transformó en ícono popular. Para hablar sobre este tema, Canal E se comunicó con José María Rodríguez Sarachaga, analista de discursos políticos, quien contó que, “esta influencer estaba dedicándose a la importación de ropa y revendiéndola”. El escándalo estalló cuando Valentina Holguín, de 26 años, comenzó a utilizar tuits de gobernadores para importar productos sin los límites habituales.
La sorpresa no solo fue el mecanismo usado, sino la reacción ciudadana. “La mayoría de la gente, en lugar de ofenderse, la tomó como una especie de Robin Hood”, dijo el analista. Para muchos, Holguín encarnó una revancha contra los privilegios políticos.
El mecanismo: tuits de gobernadores como puerta de entrada
Rodríguez Sarachaga detalló que Holguín descubrió una falla en el sistema: algunos gobernadores contaban con beneficios fiscales de importación. “Se dedicó a importar utilizando los tuits de gobernadores que encontraba en la página de ARCA”, afirmó.
Aunque todavía no está claro si los propios gobernadores usaban estos beneficios, el esquema quedó al descubierto cuando uno de ellos alcanzó el límite permitido de importaciones y notó movimientos irregulares vinculados a su nombre.
Una figura delictiva, pero sin condena social
Lo llamativo no fue solo el delito, sino la legitimación social del mismo. “Nadie le reprocha haber cometido un delito, al contrario, la felicitan por haber descubierto y explotado una falla del sistema”, señaló Rodríguez Sarachaga. Holguín fue vista como una representante del pueblo frente a los privilegios políticos.
Aunque los productos importados eran para su propio beneficio y no con fines altruistas, la percepción pública la colocó en el rol de justiciera. “La corrupción de esta chica se ve como una reivindicación: al menos fue una de nosotros la que se benefició, y no uno de la casta”, sostuvo el experto.
Política, privilegios y percepción
Para Rodríguez Sarachaga, este fenómeno se inserta en una cultura política marcada por la desconfianza. “La corrupción se volvió aspiracional”, expresó. Y agregó: “La gente votó el yate, la corrupción se volvió parte del ideal”, aludiendo a casos previos de políticos involucrados en escándalos sin consecuencias electorales.
Holguín canaliza ese hartazgo social: no solo burló al sistema, sino que lo hizo en nombre de la ciudadanía común. El caso, más allá de lo penal, revela un clima cultural donde el castigo no se dirige al infractor, sino al sistema que lo permite.
Impunidad y descontrol: un viejo mal
Rodríguez Sarachaga comparó este episodio con casos históricos. “En la época de Alfonsín, los despachos de aduana figuraban a nombre de Plácido Domingo o Camilo Sesto”, recordó, apuntando al nivel de descontrol institucional. En el caso Holguín, lo inédito fue que alguien joven y sin estructura haya detectado esta grieta del sistema.
“Alguien le debió haber avisado: mirá que a los gobernadores no los controlan”, planteó. La facilidad con la que se accedió a esta información, combinada con la falta de fiscalización, puso en evidencia un sistema vulnerable.
Para cerrar, el analista trazó un contraste con países donde la ética pública es más estricta. “En Suecia, una ministra fue echada por pagar chocolates con la tarjeta oficial, aunque después los pagó de su bolsillo”, relató.