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Como nunca… ¡otra vez! tiene un título tan complejo como su contenido. El “Como nunca” refiere a un famoso audio de la Sra. Casán que se escucha al comienzo de la función. Allí, desde Córdoba, la estrella revisteril describía un entorno de “mucho chongo como nunca”. La frase, que se volvió célebre, aliteraba en “ch”, lo que es siempre un indicio de sensibilidad poética extravagante. Como el espectáculo que adopta ese nombre alguna vez ocupó las carteleras porteñas, el “¡otra vez” señala esa circunstancia.
Se trata de un show que abreva al mismo tiempo del teatro de revistas y de su versión camp, el café concert. Con textos de Liliana Viola, puesta en escena de Alejandro Tantanian y música en vivo de Diego Penelas, Juampi Mirabelli y Franco Torchia se sacan chispas sobre un escenario incómodo rodeado de mesitas.
Franco Torchia “hace de” capocómico y sus monólogos (pronunciados con la velocidad de un Tato Bores o de un Enrique Pinti) se alimentan de la realidad política argentina, que como es tan disparatada obliga a una renovación periódica porque la estupidez de ayer quedó sepultada ya por otra. Mirabelli cubre el rol de la vedette (y, en este caso, la primera “vedette hombre”, dado que sus atributos masculinos no se ocultan en ningún momento) y se suma a los pasos de comedia que incluye el show. Su “petera presidencial” conserva la frescura y la diablura de lo que ha sido inventado para siempre.
Algunos segmentos tendrán mayor impacto que otros, pero como totalidad el espectáculo conmueve porque nos muestra la grisura de todo lo demás, de una sociedad ya dominada por el miedo. ¿Es posible que en un país donde el Presidente dice hablar con perros muertos y entabla inconsecuentes demandas contra periodistas no haya en los medios o en el teatro más que esta muestra de humor político?
Más allá de eso, la elección de las figuras clásicas del teatro de revistas y su reversión en clave camp (lo que remite a los espectáculos de Gasalla, Perciavalle, Edda Díaz y Nacha Guevara) intenta reponer fragmentos de memoria que nos han quitado. Hemos sabido reirnos de nuestras desdichas. Y Como nunca… ¡otra vez! nos recuerda cómo. Es una lección de vida.
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